Categorías
Sin categoría

Un sueño…


– Aún le importas…. – le dijo su amiga cuando lo vio aquel día.
Llevaba un tiempo queriendo decírselo. No sabía si era consciente de esa realidad.
Él permaneció en silencio.
– Desconozco qué te pasa, qué sientes. Quizás tienes miedo y piensas que ella te ha olvidado. Por eso te cuento cómo están las cosas, por si te sirve para algo. Y si necesitas que te ayude, cuenta conmigo.
Aquel día, ella empezaba sus vacaciones. Se había propuesto hacer un viaje, ordenar en casa, ver a la gente que le importaba. Pero no ese primer día. Tocaba relax.
Se permitió el lujo de desconectar el despertador y levantarse cuando quisiese. Iría a hacer la compra y por la tarde dar una vuelta con su amiga, sin hora prevista de volver. ¡Para eso están las vacaciones!
La temperatura era buena en marzo y apetecía notar los rayos del sol. Por eso decidieron quedar a primera hora de la tarde. Lugar: el centro. Lleno de terrazas donde tomar algo y de parques donde sentarse a hablar tranquilamente, cómo el del Parterre, con aquel magnífico ficus centenario.
La tarde empezaba a caer y tenía ganas de llegar a casa, pero cada vez que lo intentaba, su amiga encontraba una excusa para evitar que se fuese. Al final lo consiguió, no sin antes parar a comprar una botella de vino, para la cena improvisada que habían organizado al día siguiente; y accediendo a que la acompañase de vuelta.
Llegaron por fin a casa. Su amiga le dijo que subía con ella y se marchaba.
Dió las 4 vueltas de la cerradura de casa y abrió la puerta.
Enseguida notó el olor a incienso que salía de la casa, una tenue luz del salón y algo de música tranquila. Un poco asustada e intrigada miró a su amiga que le dedicó una sonrisa pícara a la vez que serena. Le guiñó un ojo, le dió un fuerte abrazo y le dijo susurrando en su oído:
– Tu deseo se ha hecho realidad, te lo mereces. Disfrútalo.
Y se fue.
Cerró la puerta de casa. Dejó la mochila y la chaqueta en la entrada y se dirigió al salón, pensando en cómo y cuándo habían organizado todo. ¡Qué más daba, con una sorpresa como esa!
Asomó la cabeza por la puerta y allí lo vio sentado, un poco nervioso mirándola.
Enseguida sus ojos se desviaron al suelo. ¡No podía creer lo que allí veía! Empezaba a entender todo lo que había pasado aquella tarde.
La alfombra estaba completamente rodeada de pequeñas velas que con sus llamas alumbraban aquella habitación. En una esquina una lámpara de cristales de inspiración árabe que completaba la iluminación.
A un lado de la alfombra, almohadones. Al otro dos copas de vino.
Él se levantó en silencio y cogiéndole la mano la guió al centro de la alfombra, con mucho cuidado para que las velas no se apagasen.
Sólo se escuchaba la música, ya que ellos utilizaban otro lenguaje.
La abrazó con intensidad, la besó con pasión, la miró con ternura. Ella le respondió con la misma intensidad, la misma pasión y ternura.
Abrazados, bailaron al ritmo de la música que sonaba de fondo.
En silencio se miraron y besaron. En silencio se desvistieron.
Para amarse de nuevo, sobre aquella alfombra y bajo la tenue luz de las velas.

La alfombra estaba completamente rodeada de pequeñas velas que con sus llamas alumbraban aquella habitación. En una esquina una lámpara de cristales de inspiración árabe que completaba la iluminación.
A un lado de la alfombra, almohadones. Al otro dos copas de vino.

Categorías
Sin categoría

La primera vez

Dedicado a todos los que me han pedido un relato menos romántico.

Estaba nerviosa, había pensado tantas veces como sería, que ahora que el momento había llegado tenía todo tipo de dudas; y eso que no era su primera vez.
Pero si lo era con él.
Había tenido otras primeras experiencias, aunque esta le ponía especialmente nerviosa. Y no era miedo porque no resultase cómo esperaba, si no por su estado emocional.
¿Qué tenía ese chico para hacerla sentir así?
Recordaba los primeros besos y cómo sus sentimientos y el deseo habían ido cambiando durante ese tiempo.
También recordaba esa primera vez, que rozó la piel de su vientre y cómo la acariciaba con miedo de que ella no fuese real. Y cómo las caricias se fueron haciendo más y más intensas. Y el deseo de sentir piel con piel la consumía.
Hasta ahora siempre se habían visto en espacios abiertos o por la calle, con lo que se habían visto limitados a la hora de expresar su pasión.
Esa mañana habían quedado en su casa para estar más tranquilos y dejarse llevar por todo lo que sentían. Y los dos eran conscientes de lo que iba a suponer. Por eso estaba nerviosa.
Arregló un poco la casa y se preparó para su cita: la ducha, el gel de olor sensual, la crema, el perfume.
La lencería, un pantalón, una camisa…
Y su actitud.
Sonó el timbre de la calle.
Era él.
Oyó el ascensor y abrió la puerta.
No pudo ni decir buenos días.
Se acercó y comenzó a besarla despacio pero con decisión. La iba guiando hacia atrás mientras sus manos la sujetaban por la cintura.
Ella cerró la puerta de la calle como pudo, ya que no dejaban de besarse.
Llegaron a una de la paredes del pasillo donde la espalda de ella quedó pegada. Él cogió sus manos por las muñecas y las elevó todo lo que pudo. Una de sus manos, bajó recorriendo el brazo de ella, la cara, el cuello. Paró en los botones de su camisa que empezó a desabrochar con mucho cuidado. Y dejó sus manos libres para poder hacerlo mejor.
Ella lo cogió de la mano y entre beso y beso y miradas ardientes llenas de deseo lo llevó hasta su habitación.
Una luz tenue la alumbraba. La suficiente para poder mirarse a los ojos. La suficiente para admirarse desnudos.
Él continúo desabrochando los botones de su camisa, mientras ella lo descamisaba y acariciaba su espalda muy suavemente con las yemas de sus dedos.
La camisa quedó abierta y la dejó caer al suelo;  mientras, él se quitaba su jersey. Luego fueron los pantalones de ambos. Él se sentó en la cama a mirarla a ella. Su expresión lo decía todo. ¿Cómo era posible que fuera tan bonita?
Ella se empezó a quitar la ropa interior mientras él quitaba la suya. Se acercó andando muy despacio hacia la cama y se sentó a su lado.
Él acarició muy despacio su brazo y comenzó a besar su cuello bajando dulcemente hacia el pecho. Ella se reclinó en la cama y lo acercó a él a su lado, facilitando que con sus manos recorriese todas y cada una de las partes de su cuerpo.
Volvió a mirarla, a acariciar su rostro y a besarla mientras se abrazaban.
Ella giró sobre sí misma y quedó encima de él.
El cuerpo le ardía, el corazón lo tenía descontrolado… Poco a poco se fue acercando más a él… Hasta que se convirtieron en uno.
El silencio fue roto por respiraciones fuertes y sonidos llenos de pasión.
Ella apoyaba sus manos en el pecho de él, mientras movía su cadera suavemente. Él se incorporó y una vez sentado la abrazó para sentir su piel y su calor, e intentar estar más unido a ella si era posible. Luego fue ella la que quedó tumbada y con la espalda arqueada de tanto placer, mientras unían sus manos. Se movían rápido, luego lento, primero uno, luego los dos. Con caricias, con besos; con deseo y con amor.
Podían perder la noción del tiempo y así lo hicieron hasta que el cansancio hizo que se durmieran abrazados después de su primera vez.

Él cogió sus manos por las muñecas y las elevó todo lo que pudo. Una de sus manos, bajó recorriendo el brazo de ella, la cara, el cuello. Paró en los botones de su camisa que empezó a desabrochar con mucho cuidado. Y dejó sus manos libres para poder hacerlo mejor.
Ella lo cogió de la mano y entre beso y beso y miradas ardientes llenas de deseo lo llevó hasta su habitación.

Categorías
Sin categoría

Su historia 2


Cambió su rutina, cambio las calles por las que habían andado juntos. Dejó de ir a los lugares que frecuentaban.
Cambió todo lo que puedo.
Aún así el destino le jugaba malas pasadas.
Cada vez que se recomponía a si misma y decidía que era el momento de olvidar, el destino hacía que se lo cruzase en algún lugar, por raro que resultase. Cada vez que sacaba fuerzas y decidía pasar página, algo ocurría que no le dejaba avanzar; cada vez que volvía a sonreír y a ser ella, algo la desestabilizaba; lugares, circunstancias o lo que fuese que le recordaba a él.
Era como si algo externo lo impidiese, era como si el universo entero se negase a que aquella historia de amor terminase.
¿Estarían unidos por el hilo rojo del destino? ¿O todo había sido una lección de vida?
De las veces que se veían casi nunca hablaban, cruzaban alguna palabra y poco más. O sólo se lanzaban un saludo con la mano, como si fuesen simplemente dos conocidos.
Ella ocultaba sus sentimientos, y por eso no hablaba casi con él, aunque lo que más deseaba era tener las cosas claras. Pero unos meses atrás decidió dejar de intentar hablar con alguien que no quería; quizás le costase tomar algunas decisiones, pero una vez lo hacía no había nada ni nadie que le hiciese cambiar de idea.
Nunca iba a volver a decir nada, nunca en primer lugar.
Él callaba y ella no sabía muy bien por qué. ¿Porque no sentía nada?¿Porque sentía demasiado? Quizás se escondía de sus sentimientos cómo ella.
Aquella última tarde que la casualidad los encontró, la voz con la que él se había dirigido a ella era muy dulce y con algún tipo de sentimiento a pesar que no dijeron nada personal; y cómo siempre le ocurría… el mundo dejaba de existir a su alrededor incluso en esos breves instantes.
Ella en esa ocasión se había mostrado fría; y evitó prolongar la conversación. Fue incapaz de mirarle a los ojos, por miedo a bajar su barrera… ¿Y si él pensaba que ya no le importaba a ella?¿Y si su actitud lo que hacía era alejarle?¿Por qué de todo lo que ocurría? Puede que nunca lo supiese.
De momento el destino, las circunstancias o lo que fuera que fuese, la mantenían así, con una falsa ilusión y sin tener muy claro que querían decir las señales que recibía.
Pero aquel fin de semana decidió que era el momento de salir de su estado pausado y recuperar su alegría y su ilusión por crear vivencias nuevas.
Organizó junto con su amiga un día de recuperación, programado desde primera hora y hasta la noche: lo primero el almuerzo para coger fuerzas, luego un buen paseo que eso siempre va bien; por supuesto comer en una terraza con sol y por la tarde ir a comprar algo para estrenar esa misma noche en la cena.
Además de dejar cerrado el tema del corazón: no más tristeza, no más pensamientos, sólo vivir.
-Lo último- le dijo a su amiga- es el tema del cumpleaños. Está tan cerca…
-¿Qué quieres hacer?- preguntó su amiga.
-Pues no lo tengo claro, una parte de mí quiere hacerlo; la otra dice que ni se me ocurra.
-Bueno, aún tienes tiempo. Piénsalo de aquí a que llegue y ya decides- dijo mientras la abrazaba para mostrarle su apoyo.
-Sí, eso haré.
Y el día continuó.
Dejaron de hablar de ello y se rieron recordando anécdotas, mirando fotos y planeando otros días. Lo único que las ideas suelen ser traicioneras: es relajarte, bajar la guardia y los pensamientos cobran vida propia.
Se despidieron no sin antes hacer la reserva para la cena y poner una hora para estar listas. Se volvieron a abrazar y cada una emprendió el camino hacia su casa.
Y el pensamiento volvió, mientras iba por la calle  hacia su coche ignorando todo a su alrededor.
-¿Le felicito o no lo hago?- y deshojaba la margarita mentalmente.
-Sí, porque me sentiré mal si no lo hago -razonaba.
-No, porque no voy a poder decir sólo Felicidades- justificaba.
Y entre tanto si o no, llegó a su casa.
Mientras habría la puerta del garaje para guardar el coche, tomó la decisión: no lo iba a hacer. No habían motivos suficientes para hacerlo y era su último pensamiento.
Paró el motor y se dispuso a bajar las bolsas que llevaba en el maletero.
Cogió su chaqueta para buscar las llaves y algo le cayó al suelo: un protector de labios que llevaba en el bolso. Cuando se agachó a cogerlo vio algo más en el suelo.
Fijó la vista y…. ¿Cómo era posible?
El colgante de un llavero estaba ahí. Justo el que él le regaló con las llaves de su casa. Ese que no sabía dónde estaba, y que unos meses atrás se había roto. Y apareció de repente.
¿Era otra señal del destino?
Al final le felicitaría…..

Pero aquel fin de semana decidió que era el momento de salir de su estado pausado y recuperar su alegría y su ilusión por crear vivencias nuevas.
Organizó junto con su amiga un día de recuperación, programado desde primera hora y hasta la noche: lo primero el almuerzo para coger fuerzas, luego un buen paseo que eso siempre va bien; por supuesto comer en una terraza con sol y por la tarde ir a comprar algo para estrenar esa misma noche en la cena.
Además de dejar cerrado el tema del corazón: no más tristeza, no más pensamientos, sólo vivir.
Categorías
Sin categoría

Su historia


-¿Cuándo nos conocimos? – Le pregunto a él mientras  se escondía entre sus brazos.
-No sé realmente cuándo me conociste tú a mí; si tengo claro el día que yo te conocí a tí. Iba buscando información para un proyecto y allí estabas tú. Me pareciste muy dulce y con una luz especial y me encantó tu sonrisa cuando saliste de aquel despacho.
-¡Ah! Fue aquel día. Recuerdo que venías acompañado, pero el resto está todo cómo en una nube. La verdad que porque me dices que eras tú…
Tiempo atrás los presentaron. Pero no se habían vuelto a ver.Quizás coincidieron por la calle, o se cruzaron en una escalera. O cuando uno entraba por una puerta, el otro salía por otra. O quizás nada de eso ocurriese.
Pero el destino los unió.
Él era un chico agradable y gracioso, alguien con quien poder hablar de todo; aparentemente tranquilo, aunque cuando se ponía nervioso sus manos lo delataban. Era muy hablador y había tenido que ser muy fuerte en la vida.
Ella era paz, sueños e ilusión. Era valiente y decidida, cabezota, con las ideas muy claras. También era intensa a la hora de amar, quizás por eso había sufrido tanto.
Empezaron a tener que verse frecuentemente.
Hubieron bailes, bromas, risas y lo principal: conexión entre ellos.
Luego llegaron las miradas cómplices, el beso especial en la mejilla en las despedidas, la forma tan sutil y delicada de sujetar su cintura para dejarla pasar…. Y se enamoró.
¿Quién le iba a decir a ella, que se iba a volver a enamorar? Y además de esa manera, cuando se había repetido una y otra vez que no iba a volver a amar.
Solamente que ese no era amor a primera vista. Era ese que llega cuando menos lo esperas. Era el amor de cuando pierdes el miedo y vives. No era el primero, y aún así era el más bonito. Porque en él había encontrado todo lo que siempre había buscado en un compañero: dulzura y pasión dependiendo del momento, comprensión, dedicación, escucha… Y esa expresión de sus ojos cuando la miraba. Con él podía ser mujer, amiga, amante o incluso niña.
Era un amor que se forjó día a día con pequeños detalles, con eternas charlas, con excusas para verse, con infinidad de besos.
Era un amor que había conseguido derribar muros y saltar barreras que ambos habían construido.
Era un amor con tantas sensaciones, con tantos sentimientos que cada caricia parecía nueva, cada beso le hacía estremecer, su olor le hacía soñar y su voz le daba tranquilidad.
Era una historia de amor con días intensos en los que la pasión y el deseo los desbordaba; donde el mundo desaparecía entre sus manos entrelazadas. Y era días de paz dónde soñar con un futuro juntos, con paseos al atardecer recorriendo la ciudad cogidos de la mano y luchando unidos.
Era perfectamente imperfecto, tanto que no podía ser real.
No hubieron peleas, ni desencuentros, ni nada malo. Únicamente un adiós desconcertante.
Los miedos de él y la seguridad de ella. Los miedos de ella y la seguridad de él.
El día a día, los problemas añadidos, las circunstancias…… O simplemente tenía que ser así.
Y la historia terminó.
Se vieron alguna que otra vez durante los siguientes meses, y el amor que sentía ella no desaparecía. Seguía notando la conexión,  seguía viendo en sus ojos algo, seguía percibiendo nerviosismo en sus manos cuando hablaban. ¿Era producto de sus ilusiones y deseos o era real?
Un viaje, un cambio de trabajo y la vida, los distanció más. Pero ella no conseguía olvidar, ni dejar de sentir, ni de soñar. Algo tenía que hacer.
Y decidió borrar todo el rastro y empezar de cero.
El destino los unió una vez, si estaban hechos para compartir la vida, el mismo destino los volvería a reunir.

Era una historia de amor con días intensos en los que la pasión y el deseo los desbordaba; donde el mundo desaparecía entre sus manos entrelazadas. Y era días de paz dónde soñar con un futuro juntos, con paseos al atardecer recorriendo la ciudad cogidos de la mano y luchando unidos.

Categorías
Sin categoría

La canción, su canción


La melodía de aquella canción hacía que unas lágrimas recorrieran su rostro y era algo que no podía evitar. Con lo que siempre le había gustado, con lo bonita que era y ahora era incapaz de escucharla.
Sólo cuando fortuitamente la ponían en la radio, o algún músico callejero la interpretaba, hacía tripas corazón ya que no le quedaba otra.
Aquella canción le recordaba a él; al día en que aquella conversación, ella se la dio a conocer, y él después de escucharla, dijo que aquella letra significaba mucho y que decía muchas verdades; también al día que rompiendo su miedo y vergüenza se grabó bailando una parte de la que era su canción y le envió el vídeo….y a todo lo vivido.
¿Por qué tuvo que acabar aquello tan maravilloso?¿Por qué no conseguía olvidar y dejar de sentir? Había tantos por qué….
Y cada día luchaba contra sus sentimientos.
Una llamada de su amiga la sacó de ese momento dulce y amargo a la vez y la devolvió a la realidad.
-Hola, ¿qué haces? – se oyó al otro lado del teléfono.
-Voy de camino a casa – contestó con la voz aún emocionada.
– Vaya voz llevas, cuéntame qué pasa.
– Nada tranquila, he oído la canción y ya sabes lo que me pasa. Y sí, ya sé que tengo que olvidar, pero eres consciente que cada vez que lo intento algo ocurre y no lo consigo…
– Vale, te perdono con una condición -dijo su amiga al otro lado- vente ahora mismo a la playa y tómate algo conmigo. Y no valen excusas…. Ahora te mando la ubicación.
– Si te pones así – y sonrió un poco – Tardo una media hora.
– Te quiero bonita.
– I love you.
Colgó y continuó el camino a casa.
– A tomar algo ahora, con las pocas ganas que tengo.- pensaba- Lo he prometido y no le puedo fallar, siempre me ha apoyado y ayudado.
Y con sus divagaciones llegó a casa.
Subió y cogió algo de abrigo y las llaves del coche. Bajó al garaje y puso el coche en marcha, preparó en el móvil la ubicación y puso rumbo a ver a su amiga.
A las 6 de la tarde no había mucho tráfico; así que llegaría bien y podrían hablar hasta que quisiesen. Salvo del tema sentimental, ese estaba prohibido hoy.
Cuando llegaba al lugar donde habían quedado mandó un audio diciendo que en 5 minutos llegaba.
Aquella zona de la playa la conocía a la perfección, había pasado ratos allí con él; y esa pasarela de madera… Uf! Cómo olvidar aquella noche de verano, sentados en la arena mirando las estrellas y el mar. Él la abrazaba y podía oír como latía su corazón…
La tristeza se volvió a apoderar de ella aunque no quisiese.
– Tengo que ser fuerte, yo puedo- se repetía una y otra vez mientras cruzaba el paseo para dirigirse a la orilla.
Empezó a andar evitando pensar en los recuerdos y buscando a su amiga. Miraba por la orilla y no la veía. Y se preguntaba donde estaría. Su teléfono vibró y leyó un mensaje: «Llego enseguida, estoy cogiendo algo del coche. Espérame ahí».
– ¡Qué remedio!- pensó.- Espero que no tarde, no quiero pensar demasiado.
Y se sentó a mirar como las olas rompían en la orilla de la playa, mientras respiraba tranquilamente.
No había mucha gente paseando, un grupo sentados unos metros más allá que conversaban animadamente, alguna pareja paseando y los que hacían algo de deporte.
El sol iba bajando y su sombra alargada casi tocaba el agua.
Las maderas de la pasarela sonaban con unos pasos que se acercaban, ya había llegado su amiga; algo más escuchó y se quedó completamente quieta y en silencio; oía la melodía de aquella canción, qué se iba acercando cómo los pasos.
Cerró los ojos y las lágrimas comenzaron a brotar de ellos.
Su amiga se sentó tras ella y la abrazó. Seguía con los ojos cerrados y notó un olor que conocía a la perfección…. Y un abrazo distinto…. Y una voz que en su oído cantaba la letra de la canción.
Su corazón empezó a latir, y más lágrimas inundaron sus ojos.
Era él.
Se levantó y se arrodilló delante de ella que abrió los ojos para encontrarse con los suyos, que la miraban de esa manera que sólo él sabía. Muy dulcemente le quitó las lágrimas de los ojos y le besó la frente.
Le cogió las manos y mirándola a los ojos, recitó aquella frase de la canción…
– Quiero que camines el resto del viaje de la vida conmigo- dijo a continuación- nunca más me voy a separar de tí. Sé que lo has pasado mal por mí culpa, y sé que puede que no quieras volver a intentarlo aún, o que te haya perdido para siempre. Tenía claro que lo iba a intentar de todos modos, porque sé que por tí todo vale la pena.
Ella temblaba, y lo miraba. Su cabeza le repetía lo mal que aún lo estaba pasando. Pero su corazón gritaba con toda la fuerza que podía…. Y sus ojos también hablaban y muy claro.
Él con ternura acarició su rostro desde la sien hasta la barbilla, para luego recorrer sus labios con un dedo. Se acercó muy despacio, tanto que cada uno notaba la respiración del otro pero sin llegar a tocarla. Esperó la respuesta de ella, que no se hizo esperar y rozó sus labios. Se besaron mientras unían sus manos, para luego fundirse en un abrazo de esos en los que las almas se tocan.
Y se prometieron caminar juntos lo que les quedaba de vida.

Y con sus divagaciones llegó a casa.
Subió y cogió algo de abrigo y las llaves del coche. Bajó al garaje y puso el coche en marcha, preparó en el móvil la ubicación y puso rumbo a ver a su amiga.
A las 6 de la tarde no había mucho tráfico; así que llegaría bien y podrían hablar hasta que quisiesen. Salvo del tema sentimental, ese estaba prohibido hoy.

Conjunto El Rincón de Rouse Instagram.

Fotografía Akikio.chan Instagram


Categorías
Sin categoría

Un día lluvioso


Aquel día lluvioso aunque no frío, salió del trabajo antes de lo previsto. Había terminado todo lo atrasado y pidió permiso para irse.
Nadie la esperaba en casa y no tenía nada previsto para hacer, pero el cansancio acumulado hizo que quisiese irse antes y así fue. Se organizó el bolso y se puso la chaqueta vaquera para evitar así que la lluvia la mojase mucho. Iba concentrada en lo que quería acabar aquella misma tarde y abriendo el paraguas.
Llegó a la calle dónde la gente andaba rápido por la tormenta, se refugió bajo su paraguas y comenzó el camino de vuelta.
Apenas había dado dos pasos, se encontró con alguien que le cortaba el paso y no conseguía avanzar. Malhumorada, iba a protestar, cuando de repente oyó una voz muy conocida:
-Buenas tardes!
Y notó como su corazón comenzaba a latir muy rápido y todo su cuerpo temblaba.
Respiró hondo e intentó mantener la calma.
– Buenas tardes-; respondió.
-¿Cómo estás? Hace mucho que no te veía.
Pensó en responder con un comentario sarcástico; pero se contuvo y su respuesta fue más tranquila.
– Todos andamos demasiado liados últimamente.
– ¿Estás bien? Preguntó él.
– Si, bueno supongo….
La gente pasaba rápido alrededor de ellos y el ruido que provocaba el tráfico era ensordecedor.
– ¿Nos tomamos algo y nos ponemos al día?
Ella dudo en rechazar la invitación, pero tampoco tenía nada que perder.
– Vale, ¿Dónde vamos?
-¿ Recuerdas esa cafetería al lado del Parque?
Cómo no lo la iba a recordar….
– Claro, me parece bien.
Y dirigieron sus pasos hacia su destino.
La lluvia había parado un poco, así que cerraron los paraguas.
Por el camino empezaron a hablar con la misma naturalidad y confianza de antes; cómo si no hubiese pasado el tiempo. Llegaron a la Cafetería y se sentaron para seguir con la charla.
Ella contenida, evitaba sonreír demasiado y evitaba mirarle a los ojos, ya que pensaba que si él la miraba mucho tiempo, vería que todavía tenía sentimientos. Hablaba tranquila y serena aunque no sabía muy bien como, ya que su cabeza no paraba de recordale sensaciones vividas; pero él tenía sus sentimientos claros, eso es lo que dijo un día.
Disfruta este momento, se repetía una y otra vez.
Sonó un teléfono y él tuvo que contestar; se levantó y salió. Ella aprovechó para mirar rápidamente sus mensajes y para pensar que necesitaba relajarse ya; que era momento de despedirse.
Se levantó de la silla y pagó el café con leche y el té que se habían tomado y se dirigió a la puerta.
Él la miró sorprendido y ella le respondió con una sonrisa tierna y con un gesto de adiós con la mano.
– Estás ocupado -murmuró- otro día repetimos si el destino lo quiere así. Me debes la invitación.
Y comenzó a caminar hacia su casa.
Andaba por la calle como si estuviese flotando, antes de sentir que le entraría la melancolía. Pensó en girarse a mirar por última vez; no lo hizo.
Llevaba un par de minutos andando cuando oyó tras de ella:
– Me permites que te acompañe? No queda mucha gente en la calle.
– No hace falta, sabes que suelo ir sola.
– Bueno, pero hoy puedes ir acompañada.
– Jajaja, si eso sí.
Y continuaron el camino hablando de todo un poco.
¿Qué pensaría él? Pensaba ella, pero automáticamente frenaba sus pensamientos.
Por fin llegaron al portal y le entró la tristeza; se despedían por segunda vez en la misma tarde y no lo llevaba bien. Una vez si, pero dos eran demasiado. Intentó disimular las ganas de llorar y respirando todo lo despacio que podía.
Se movió el viento y parte de su pelo se le fue a la cara y en segundos notó los dedos de él, apartándolos de su cara con suavidad.
Y un escalofrío recorrió su espalda.
Se sonrojó un poco y con otra suave sonrisa le dio las gracias:
– Tendré que subir, se está volviendo frío. Me he alegrado de verte y poder hablar.
Por dentro pensaba lo mucho que lo echaba de menos, y que no lo iba a decir, ya que se había prometido a si misma que nunca más.
– He estado muy agusto- contestó él.
Se acercó y le dio un abrazo para así volver a notar su olor y su calor aunque fuese de esa manera.
– Gracias, susurró cuando él le devolvió el abrazo.
Él se retiró un poco y la miró a los ojos, ella le devolvió la mirada y aguantó la respiración sin que se notase. Y volvió a notar el escalofrío por el cuerpo.
Él miró sus labios y poco a poco se acercó.
Notaba cómo latía su corazón con tanta fuerza que pensaba que se le iba a salir del pecho.
Cerró lo ojos y se acercó un poco más a él.
Notó un suave roce, seguido de otro y otro.
Y cómo sus brazos la sujetaban con ternura
Y se fundieron en un beso.

Ella contenida, evitaba sonreír demasiado y evitaba mirarle a los ojos, ya que pensaba que si él la miraba mucho tiempo, vería que todavía tenía sentimientos. Hablaba tranquila y serena aunque no sabía muy bien como, ya que su cabeza no paraba de recordale sensaciones vividas;
Categorías
Sin categoría

Mis inicios

Esta locura empieza con una anécdota que escribí tras una llamada de mi padre. Aunque en otras ocasiones había hecho mis pinitos con microrrelatos y relatos más largos, nunca me había planteado la posibilidad de ir más allá y dejar que alguien lo leyese. Y en esa ocasión lo hice.
La respuesta fue clara y parece que no se me da mal lo de soñar y transmitir.

Gracias a todos los que han creído en mi desde el minuto cero y no han dejado de apoyarme en mis proyectos por muy descabellados que fuesen.

Gracias a mis primeras lectoras: Amparo M., Celeste M., Ester A., M Ángeles N., M Ángeles O.

A Gregorio Muelas «La biblioteca de Gregorovius» y a Bego Vidal @DeLibreraaTuitera por las correcciones, críticas e ideas que me han dado.

«Segunda Regla de la Buena Suerte»

«Muchos son los que quieren tener Buena Suerte, pero pocos los que deciden ir a por ella.»